Luego de cumplir sus aspiraciones personales y profesionales de viajar por el mundo, conocer otras culturas y navegar por distintos océanos, el Dr. Camilo Werlinger, tras 34 años de docencia, deja de integrar el cuerpo académico del Departamento de Oceanografía UdeC.

Hubo una generación marcada por los documentales del explorador Jacques-Yves Cousteau, quien fuera ejemplo a seguir para muchos profesionales por estudiar el océano y formas de vida desconocidas para la época. Camilo Werlinger, nacido en Concepción, egresó de la enseñanza media del emblemático Liceo Enrique Molina Garmendia, formando parte de una generación donde 39 de 41 alumnos pudieron optar por la educación superior, algo totalmente distinto al sistema educativo actual. Se consideraba naturalista y como sus materias favoritas eran biología y química, lo más lógico para su núcleo familiar era que entrara a estudiar Medicina, sin embargo, maravillado por los documentales del navegante francés y con ganas de cambiar el mundo, buscó algo relacionado a sus deseos.

Ingresó a Licenciatura en Biología en la Universidad de Concepción el año 1973, en una época efervescente, donde realizó el bachillerato para luego orientarse al área de la Biología Marina. Recuerda que las universidades eran un centro neurálgico y de impacto para la dictadura que se iniciaba en ese tiempo, donde muchos de sus compañeros de generación no pudieron continuar. Ese mismo año, dada la situación conocida por todos en la historia de nuestro país, la Armada de Chile reclamó la devolución de los espacios ocupados en Caleta Leandro en Tumbes por un laboratorio de apoyo a las actividades prácticas para las carreras de Licenciatura, que pertenecía al Instituto Central de Biología (Actual Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas). Al año siguiente, se estableció la estación de Biología Marina en Dichato, impulsando aún más, el estudio de la Biología Marina con sello UdeC.

“Me iba de lunes a jueves, y teníamos la mayoría de las clases en Dichato con nuestros colegas y profesores que vivían allá. Estábamos muy próximos al mar, porque en ese momento era un pueblo muy pequeño, más bien un balneario, con calles de tierra y muchos de sus vecinos dedicados a la pesca artesanal. Fue una experiencia muy rica para todos, me atrevo a afirmar que esa generación de Dichato marcó el desarrollo de la Biología Marina en Chile”, recuerda el académico. Afirma que varios de sus colegas, que en algún momento fueron sus profesores, fueron quienes que comenzaron a impulsar el desarrollo de las ciencias del mar, siendo muy pocos de ellos biólogos marinos desde el punto de vista profesional: “Había profesores de biología, veterinarios, químicos farmacéuticos que se orientaron hacia esto y empezaron a construir esta idea. Ahí fue el despegue en el sentido de la parte formativa, ya que de esa generación, muchos colegas  se fueron esparciendo y comenzaron a trabajar en otras instituciones y universidades, algunos hasta se fueron al extranjero”.

Fue así que luego de egresar, bajo el título profesional de Biólogo Marino, se embarcó en una aventura luego de las fiestas de navidad donde pasó los siguientes dos años investigando sobre los erizos de mar en la Isla Grande de Chiloé. Luego de unos años, se adjudicó una beca para poder hacer el posgrado de Magíster en Zoología ya que no tenía posibilidad de costear el postgrado. “Después del 73 cambiaron las políticas de educación, las universidades buscaban autofinanciamiento y, creo yo, que era una forma de frenar el ingreso a la educación superior para la gente que no tenía la ideología adecuada para la época”. Recuerda episodios muy duros de enfrentamiento entre compañeros y Carabineros, pero rescata la época de efervescencia que se vivía en el campus donde hizo muy buenos amigos, señalando incluso que fue un Biólogo Marino, Cristian Cornejo, el primer presidente de la FEC (Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción).

Después del magíster, estuvo un año sin trabajo en su área, por lo que ingresó a trabajar como inspector de un liceo. Estaba en eso, cuando uno de sus ex profesores, quien tenía a sus dos hijos en el liceo, lo invitó a trabajar en el Laboratorio de Algas del Departamento de Oceanografía, y tras proyectos de investigación, docencia y vinculación con el medio, comenzó a aprender sobre los bosques submarinos. Conocía a un colega que manifestaba mucho interés en la cultura asiática, quien era muy buen dibujante y  junto  a un profesor japonés, comenzó a desarrollar un libro sobre algas marinas. “Ahí fue cuando preguntaron, desde el otro lado del mundo, por algún experto en el tema y se contactaron con el profesor Kirsler Alvear, quien fue mi primer jefe, colega y profesor, con quien empezaron a tener un intercambio de conocimientos”, señala el Dr. Werlinger.

El año 95, en el International Seaweed Symposium, asistieron al congreso con una idea sobre el cultivo de algas a partir de esporas, un proyecto innovador para la época que se sigue utilizando en la acuicultura, y tras su presentación, se reunieron ambos profesores, Krisler Alvear y Masao Ohno, llevándose los datos del proyecto a Japón. A los dos meses, le llega una invitación para participar en un curso de capacitación en Acuicultura por 5 meses, donde postuló, y fue el pie para luego realizar su doctorado en Ciencias Pesqueras en Tokyo.

Sus formas de docencia fueron exigentes, apostando por la responsabilidad asumida en el contexto que se indica, es decir, si las clases comenzaban a las 9, sus estudiantes debían estar a esa hora puntuales. “Hay una diferencia entre mis primeros estudiantes y los últimos a los que hice clases. Yo me hacía ser muy duro, exigente con las notas, pero con el tiempo fui atemperando eso y entendiendo que son otros los tiempos” señala el académico. “Las materias están en los libros, pero en la universidad no te enseñan como relacionarte en el mundo científico, y si uno no es capaz de visualizar cuales son las sutilezas del comportamiento, puede cometer algunos desaires importantes, llegando incluso, a perder oportunidades. Intentaba transmitir la responsabilidad a mis estudiantes, que para muchos de ellos obviamente eso era una exigencia excesivaa, pero no lo hacía como forma de que ellos se relacionaran conmigo, si no para educarlos en las relaciones personales. Pero en conclusión, he tenido buenas relaciones con mis estudiantes, aunque uno no es monedita de oro (risas)”.

Tras 34 años de ser un apasionado por el conocimiento, aprendiendo sobre la milenaria cultura budista, visitando el medio oriente, siente que ya cumplió con sus aspiraciones personales y se retira del Departamento de Oceanografía de la Universidad de Concepción: “No tengo más que agradecimiento, pero creo que es hora de dejar esto para que otros puedan seguir avanzando” señala Camilo Werlinger, quien manifiesta dentro de sus proyectos a su futuro, disfrutar de los próximos años de jubilación en su hogar en la montaña, un lugar que ha estado construyendo junto a su familia desde hace varios años.


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