- La doctora Allisson Astuya fue la única latina nombrada entre cuatro especialistas que se suman a la instancia que asesora al órgano a cargo de la aplicación internacional de la Convención para erradicar estas terribles sustancias.
Fuente: Diario Concepción
Un hito personal, institucional y nacional: la académica de la Universidad de Concepción (UdeC), doctora Allisson Astuya, fue nombrada miembro del Consejo Consultivo Científico (CCC) de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), siendo la única mujer latina convocada entre cuatro nuevos integrantes de la instancia, junto a especialistas de Malasia, Turquía y Corea del Sur.
El 1 de enero de 2025, y por un periodo inicial de tres años, la científica que dirige el Laboratorio de Biotoxinas, en el Departamento de Oceanografía de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas, comenzará oficialmente su crucial rol de aportar desde su experticia al órgano a cargo de la aplicación internacional de la Convención sobre Armas Químicas para lograr un mundo libre de armas químicas y métodos de destrucción en masa.
“Quiero poder dejar bien representado a mi país, pero sobre todo tomar esta oportunidad para aprender y ser capaz de transferir el conocimiento internacional y poner en la palestra temas relevantes. Vamos a estar conversando de temas comunes a nivel internacional, algunos países van a tener más dificultades y hay que buscar soluciones globales”, manifiesta la doctora en biología celular y molecular.
Allisson Astuya ha dedicado su carrera al área de la oceanografía y especialmente al estudio de las toxinas marinas provenientes de microalgas, organismos cuya proliferación produce floraciones algales nocivas conocidas, eventos popularmente conocidos como “marea roja” y que gatillan serios riesgos ambientales como mortandad de especies y sanitarios incluso letales si se consumen productos que transmiten las sustancias que provocan desde cuadros gastrointestinales hasta efectos a nivel del sistema nervioso. Por ello es miembro asesora en el grupo de marea roja del Ministerio de Salud y del grupo de toxinas de la Asociación Chilena de Inocuidad Alimentaria.
Desde la UdeC
En su línea de investigación y experticia su nueva posición internacional. Y es que “las toxinas están denominadas como arma química, también biológica en el caso de las biotoxinas”, aclara la también investigadora del Centro de Investigación Oceanográfica Copas Coastal de la UdeC.
Por eso se requirió un permiso militar para operar el Laboratorio que dirige, el primero de detección de toxinas marinas en productos de consumo humano en la Región del Biobío acreditado bajo la norma internacional ISO17025, donde tienen el principal foco en abordar los peligrosos veneno paralizante de mariscos y veneno amnésico de mariscos.
Así comenzó el vínculo con la Dirección General de Movilización Nacional (DGMN) que asesora al Ministerio de Defensa de Chile en materias como el control de armas e integra la OPAQ, que postuló a la académica para ser parte del CCC y su elección reconoce el trabajo y aportes que ha realizado desde la UdeC.
El Consejo
La OPAQ es un órgano intergubernamental con sede en La Haya (Países Bajos) vigente desde 1997 y cuenta con 193 Estados miembros, pero al CCC lo componen sólo 25 expertos en distintas áreas de implicancia para lograr eliminar las armas químicas de la faz de la Tierra y que la química se use para el progreso y bienestar social, como hace la doctora Astuya.
“Mi rol será a título de la investigación para dar mi opinión experta en temas asociados”, destaca. Y es que el papel fundamental del CCC es evaluar avances en campos científicos y técnicos pertinentes a la Convención sobre Armas Químicas, y cada especialista ejerce función en términos personales y no gubernamentales de su país.
El CCC responde al director general de la OPAQ, actualmente el diplomático español Fernando Arias, quien presenta informes y respuestas al Consejo Ejecutivo del órgano, permitiendo el asesoramiento especializado en ciencia y tecnología en la materia a distintas instancias pertinentes.
Cada cinco años el Consejo debe preparar un documento más detallado y extenso para presentarlo a las Conferencias de Examen de la Convención sobre las Armas Químicas.
También se pueden establecer y coordinar grupos de trabajo temporales para aprovechar los conocimientos de cada miembro para abordar temas específicos de interés, en lo que la académica comenta que ya se le ha manifestado el interés de que se genere uno sobre toxinas.
“Las microalgas potenciales productoras de toxinas existen en nuestra región”
La investigación y formación para generar conocimiento, capacidades y soluciones en torno a las microalgas y sus toxinas son grandes motores de la doctora Allisson Astuya, y su trabajo trascendente ha sido reconocido en diversidad de ocasiones, por ejemplo, los Premios Ciencia con Impacto de la UdeC, donde llegó hace 15 años para estudiar y enseñar.
En su trayectoria se destaca el liderazgo y participación en distintas iniciativas y un hito que permitió consolidar todas las evidencias generadas, avanzar hacia otros objetivos y materializar aportes concretos de la ciencia a la sociedad fue crear el Laboratorio de Biotoxinas (LBTx).
Éste se implementó tras adjudicar un Fondo de Innovación para la Competitividad Regional del Gobierno Regional del Biobío. Y declara que como proyecto nace de la necesidad de descentralizar y potenciar las capacidades de detección de biotoxinas marinas para Biobío, que dependía de envío de muestras a la zona sur o Santiago, y también apoyar a pequeños y medianos productores locales.
“Partimos montando un tipo de determinaciones y hoy tenemos cubierto todo lo que se exige en la norma internacional, incluso adquiriendo otros equipos que antes no podíamos soñar a través de otros proyectos. Y también capacitamos a personas en estos temas, que son un gran desafío”, resalta.
Problema local
Capacidades que se requieren aquí y ahora de cara al futuro. La presencia de microalgas con toxinas y la posibilidad de que se produzcan floraciones algales nocivas (FAN) es una realidad local creciente con graves riesgos. Organismos marinos como moluscos pueden ingerir microalgas que producen neurotoxinas y si son recursos de consumo humano pueden llegar a afectar la salud y vida de las personas. Y con brotes cuando se dan las FAN.
En Chile las evidencias muestran que existen tres tipos de venenos presentes en el océano y llegan a las personas a través de moluscos, pudiendo producir desde intoxicaciones a la muerte: amnésico, paralizante y diarreico.
“Sabemos que las microalgas potenciales productoras de estas toxinas existen en nuestra región, pero no se han dado las condiciones para tener FAN como hubo hace años en el sur”, asegura, refiriéndose a la última catástrofe que ocurrió en Chiloé en 2016. “Pero las FAN están aumento en distribución, frecuencia y duración. Y hemos descubierto que en nuestro país y nuestra región existen variantes de las toxinas que regulamos y en este minuto no sabemos cuáles son los efectos”, advierte.
Bajo ese escenario es enfática. “Todavía está a nivel controlable, pero hay que estar alerta. Hace dos años hemos tenido eventos en que han aumentado las toxinas amnésicas y muchos se niegan a creer que eso ocurre en nuestra región. No hemos tenido eventos desastrosos, pero una neurotoxina en gran concentración podría producir muerte”.
Alerta y prevención
La investigadora explica que las microalgas producen toxinas como mecanismo de supervivencia y las FAN ocurren de manera natural en ciertos periodos y condiciones. Y transformaciones ambientales por el cambio climático y la contaminación están incidiendo: “Hay cambios globales y frente a esos cambios las microalgas empiezan a tener respuestas de mayor magnitud, porque se defienden. Entonces, hay que prevenir, no hay otra forma”.
Las microalgas no se pueden eliminar, son componente fundamental del océano y planeta, aportando en fotosíntesis, generación de oxígeno, secuestro de carbono y nutrición. “Debemos estar alerta de cuando se generan floraciones y si son tóxicas evitar sacar o consumir los productos”, sostiene.
Quehacer del LBTx
Se requieren sistemas de monitoreo y análisis para encender alertas oportunas. También educación y capacitación de quienes trabajan en extracción y venta de productos marinos. Y es vital el desarrollo de nuevas soluciones para pesquisar el problema o combatirlo. En todo ello los esfuerzos del LBTx, con entrega de servicios de detección y mucha investigación.
Su directora destaca un proyecto para desarrollar un kit de detección en terreno rápida para emitir alertas tempranas.
Además, expone que “estamos en fases iniciales para generar un antídoto para el veneno paralizante, el más letal, que puede generar parálisis respiratoria, pero si se llega a tiempo se podría salvar la vida. Nuestro ideal sería tener en todas las postas un fármaco que se administre y permita un rápido bloqueo de la toxina y restauración orgánica”.
El potencial biotecnológico de las sustancias tóxicas también se explora. “Estamos produciendo un anestésico a partir de las toxinas de una microalga que mata peces, pero que en bajas dosis produce sedación y anestesia, e incluso es más que un anestésico químico”, asegura.
Y, a la par con los proyectos y desafíos científicos, siempre se motivan intereses, forman y potencian conocimientos y herramientas en profesionales e investigadores en pre y postgrado, así como también en el equipo experto, con cada proyecto y aprovechando cada instancia, proyectando que existan todas las capacidades requeridas para preparar a la región y el país para que afronte de la forma adecuada aquellos escenarios que probablemente avecinan, en plazos y magnitudes hoy imposibles de predecir. Más temprano o más tarde, lo vital es saber cómo actuar. alertar, prevenir riesgos, responder a los eventos y abordar problemas que se generen.
Allisson Astuya sabe que es un quehacer científico de impacto social y que se verá sumamente enriquecido con su participación en el Consejo Consultivo Científico de la OPAQ. Eso proyecta y eso buscará ara los próximos años.